viernes, 8 de abril de 2011


Caminaba en linea recta. Constante. Controlando el tiempo en el que debía dar cada paso con cada pié, ya que no podía controlar cada latido. Intentaba huir del mundo, pero ya que eso me parecía algo difícil, intenté huir de esa habitación, de esa casa, de esa calle. Y a poder ser, intentaba huir de ese momento. Quería estar lo más lejos posible de él. En efecto, quería encontrarme con el olvido. ¿Cómo ha podido olvidarse de mí tan pronto?
La lluvia borraba mis huellas que había dejado sobre la tierra húmeda de la calle, pero no podía borrar las que había dejado en su corazón.

La vida sigue, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.

El café estaba demasiado caliente, así que mientras esperaba a que se enfriara, encendí mi cigarrillo rutinario de cada mañana con el mechero que él me había regalado. Cada calada me recordaba a él. Y el humo que salía del cigarro y de mi boca, era como si fuera cada lágrima que había derramado por él. Esto ya no tenía sentido.  Ni tampoco comprensión. Y tampoco quiero buscarle la lógica.. ¿Para qué? No va a cambiar nada, así que para eso, prefiero mantener mi corazón al margen y que no sienta nada. Y cuando el corazón no siente, la mente llora y extraña, el alma se evapora, se acaba, como todo. Y que por mucha pasión que haya habido, ésta se esfuma. Aunque la vida sigue, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.